Dante Bobadilla
La violencia de izquierda

Sobre un peligro constante de la violencia izquierdista
Seguramente todos concuerdan en que la peor experiencia vivida en los últimos 20 años del siglo pasado fue el terrorismo, y es lo que nos pone más quisquillosos frente a los terroristas. Pero es un error de enfoque derivado, entre otras cosas, del funesto rol de la Comisión de la Verdad y Reconciliación que se dedicó a la búsqueda de víctimas del Estado, condenar a Fujimori y contarnos el cuento de que la pobreza fue la causa del “conflicto armado interno” (no lo llaman terrorismo). La CVR jamás vio el terrorismo como fenómeno político derivado de una ideología con una circunstancia histórica. Se quedaron en el señalamiento puntual de Sendero Luminoso como una secta desviada, pasando por alto las condiciones que atravesaba el mundo en la Guerra Fría, la influencia del marxismo que invadía los ambientes académicos como la doctrina de salvación, el financiamiento internacional de la izquierda peruana, su dependencia política de los centros del comunismo mundial y su programa común de toma del poder mediante la lucha armada. Todo eso fue convenientemente ocultado por la CVR, cuyos principales integrantes fueron miembros conspicuos de esa izquierda.
Si no fuera porque el comunismo fracasó en el mundo y las viejas potencias comunistas como la URSS, RDA y China desaparecieron o cambiaron de giro dejando de financiar a los delirantes izquierdistas peruanos, no me cabe duda que estos seguirían en sus sueños de tomar el poder por las armas, como las FARC en Colombia. El Foro de Sao Paulo surgió precisamente para suplir la ausencia de esas potencias extintas en 1990, siendo Venezuela el país que, gracias al liderazgo de Hugo Chávez y el incremento desmesurado de los precios del petróleo, asumió el rol de financista del socialismo regional, con la misión de colocar un presidente de izquierda en cada país latinoamericano. Objetivo que prácticamente cumplieron. Es decir, la izquierda no aprendió nada del fracaso del comunismo mundial ni del desastre de Cuba, persistieron en su delirio como si nada hubiera pasado.
Enfocados como estamos en no repetir la experiencia del terrorismo, nos espantamos porque salen libres los terroristas o porque los jóvenes no reconocen a Abimael Guzmán. Eso no me preocupa tanto como el hecho de que sigan prestando oídos al mensaje renovado de la izquierda de hoy, que vuelve a justificar la violencia por la injusticia y la pobreza. El discurso es similar al de los 70s. Los dirigentes curiosamente culpan a las compañías mineras de la miseria de las regiones, como antes se culpaba a las transnacionales norteamericanas por la pobreza latinoamericana. No debemos temer que retorne el terrorismo que conocimos sino que se reavive la violencia congénita de la izquierda con otro formato. Las condiciones están dadas: el marxismo ha sido reemplazado por el ambientalismo, el financiamiento extranjero corre por cuenta de las ONG, el odio al sistema se ha renovado con la condena al “modelo extractivista primario exportador”, se vuelve a descalificar al Estado por estar ahora en manos de una clase política corrupta y también, como antes, por estar dominado por los poderes fácticos (CONFIEP). Además se tiene una policía diezmada y un Poder Judicial infiltrado, con una justicia maniatada por la CIDH. La delincuencia mantiene ocupada a la sociedad, tal como lo hacía la crisis económica a fines de los 70.
La violencia antiminera puede escalar de nivel si es aprovechada como plataforma política para fines mayores. Hay suficientes profetas del Apocalipsis regados por todo el país, están bien organizados y ya tienen la expertise necesaria para predicar el odio y el miedo y promover paros. No necesitan convencer a todos, basta con unos cuantos. Quienes siguen viendo Tambo Grande, Conga, Tia Maria y Las Bambas como casos aislados, justificados por los abusos de las mineras y sus malos EIA, cometen el mismo error que se le achaca a Belaunde, quien, según el mito, consideraba abigeos a los terroristas durante sus primeras acciones. La historia tiende a repetirse pero nunca se repite igual. Hay que mantener los ojos abiertos y desmontar las condiciones que favorecen la violencia de la izquierda antes de que nos explote en la cara.
Por: Dante Bobadilla
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