Renatto Bautista
Palacio de Gobierno bajo asedio
Hay una progresiva degradación del régimen presidencialista
Como licenciado en Ciencia Política y catedrático en la primera Escuela Profesional de Ciencia Política del Perú, considero que mi formación permite realizar análisis prospectivos. No poseo una bola de cristal ni recurro a prácticas adivinatorias, pero es posible formular pronósticos basados en la observación del presente, es decir, desarrollar prospectiva científica. Por ello, el título de este artículo es “Palacio de Gobierno bajo asedio”. Hemos sido testigos de la vacancia de la presidenta Dina Boluarte, hecho que condujo, por sucesión presidencial, a que el presidente del Parlamento asumiera como presidente encargado de la República. A partir de este escenario, propongo dos reflexiones.
La primera es que, en una década, se ha vacado a tres presidentes —Vizcarra, Castillo y Boluarte—, lo que ha permitido que el Parlamento designe como presidentes encargados a tres parlamentarios: Merino, Sagasti y Jerí. Este último caso resulta especialmente llamativo, pues ingresó al Parlamento como accesitario del vacado Vizcarra, quien mantiene inhabilitaciones para ejercer cargos de elección popular debido a una gestión marcada por actos de corrupción. La segunda reflexión apunta a la progresiva degradación de un régimen presidencialista hacia una forma velada de parlamentarismo. No desconozco la función fiscalizadora del Parlamento; sin embargo, la figura de la vacancia ha sido invocada con insistencia en esta década. Además, el actual presidente encargado enfrenta cuestionamientos, como presuntas coimas recibidas durante su gestión al frente de la Comisión de Presupuesto, junto con otras denuncias de índole más delicada para muchos ciudadanos. En ese sentido, el Parlamento debió optar por un presidente encargado que representara mayores consensos y careciera de severos cuestionamientos éticos, pues, como se suele recordar, la mujer del César no solo debe ser honesta, sino también parecerlo.
Por ello, se debe comprender que, en el imaginario de muchos jóvenes, el Parlamento aparece dominado por una fuerza política que gobernó en la última década del siglo XX. A ello se suma la percepción negativa generada por el hecho de que el presidente encargado sucediera a la vacada Boluarte. Surge entonces la pregunta central: ¿por qué la vacancia de Boluarte no generó protestas semejantes a las que siguieron a la vacancia de Vizcarra? Desde una perspectiva analítica, Vizcarra gozaba de una notable popularidad, respaldada por medios de comunicación privados, mientras que Boluarte enfrentaba un escenario opuesto. Por ello, las movilizaciones tras la vacancia de Vizcarra fueron multitudinarias, intergeneracionales y pluriclasistas, algo que no ocurrió luego de la salida de Boluarte.
A modo de conclusión, toda esta inestabilidad, que coloca al Palacio de Gobierno bajo constante presión, termina favoreciendo el discurso de la ultraizquierda, cuyo intento de gestión fracasó con el gobierno de Pedro Castillo, pero que sigue vigente en virtud de la existencia de un sector ciudadano marcado por resentimientos históricos. El punto central es que la presencia del actual presidente encargado podría agudizar aún más las contradicciones del sistema político, lo que abriría —ojalá me equivoque— la posibilidad de que un candidato de la ultraizquierda, con mayor formación que Castillo, alcance la segunda vuelta frente a la candidata Fujimori. De repetirse este escenario, se reeditaría la situación de junio de 2021, pues en el Perú persisten electores que mantienen visiones maniqueas del pasado. Más bien, se debería mirar el presente y proyectarse hacia el futuro con alegría, optimismo y la seriedad que exige gobernar un país de tan vasta historia como el Perú.
















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