Heriberto Bustos
El avance global de la derecha política
Se consolida la defensa del modelo económico liberal con un componente conservador
En el escenario político mundial, varios países de Europa, Asia y América del Norte experimentan un giro hacia la derecha, resultado de la confluencia de factores económicos, sociales, culturales y, ciertamente, políticos. Dicho fenómeno, tras evidenciar las debilidades y limitaciones de los partidos tradicionales, ha dado lugar al surgimiento de nuevas propuestas derechistas que combinan planteamientos populistas y nacionalistas. Ejemplos de ello se observan en Alemania, donde el gobierno de Friedrich Merz expresa una coalición de centro derecha y centro izquierda, con liderazgo ideológico conservador; en Italia, cuya primera ministra, Giorgia Meloni, encabeza desde 2022 una coalición de derecha y ultraderecha con raíces en el neofascismo; y en países como Francia, Hungría y los Países Bajos, entre otros. En todos estos casos, su consolidación responde principalmente al malestar económico, la crisis migratoria y la reacción frente a las políticas de la Unión Europea. En Asia destacan India, con su nacionalismo hindú, y Japón, gobernado por más de tres décadas por un partido de orientación conservadora. En Norteamérica, Estados Unidos exhibe un populismo de derecha que desafía a los dos partidos tradicionales.
En Sudamérica también se observa un “cambio de posta” de gobiernos de izquierda hacia otros de derecha. En la mayoría de los países, los gobiernos de izquierda han fracasado, aferrados a la confrontación entre socialismo y capitalismo, intentando recrear esquemas económicos de inspiración socialista con resultados desfavorables para la población. Ejemplos claros son Cuba y Venezuela, acompañados por intentos similares en Bolivia, y experiencias con matices en Colombia, Chile, Brasil y Perú (con Castillo y Boluarte). Argentina, por su parte, mantiene su singularidad.
En el caso peruano, a puertas de las elecciones generales de abril de 2026, de las 43 organizaciones políticas habilitadas, aproximadamente 20 se autodefinen —por su ideario y, en cierta medida, por sus propuestas— como de derecha o extrema derecha; seis se ubican en la izquierda o extrema izquierda, y el resto se declara de centro. En términos numéricos, la balanza se inclina hacia la derecha.
Es preciso señalar que, en la mayoría de los partidos, existe una marcada distancia entre lo expresado en sus idearios y su práctica política concreta. La antigua diferencia entre la defensa del libre mercado y el conservadurismo social (propios de la derecha tradicional) frente a la intervención estatal y las reformas sociales y económicas (propias de la izquierda tradicional) se ha tornado volátil, absorbida por el populismo y el conservadurismo social. Por ello, no sorprenden los constantes “tránsitos” individuales de líderes y las alianzas oportunistas que se gestan al margen de coincidencias programáticas.
El principal problema del país, sin desestimar el económico, radica en la inseguridad y el avance de la corrupción. Frente a ello, las propuestas derechistas —con un fuerte componente conservador en temas de “ley y orden”, familia, religión y una agenda centrada en la seguridad ciudadana y la lucha contra la criminalidad— podrían resultar electoralmente atractivas, especialmente para la población joven, en un contexto de crisis crónica.
En síntesis, el panorama político revela la consolidación de un movimiento estratégico que combina la defensa pragmática del modelo económico liberal con un componente sociocultural conservador y populista. Este avance, cada vez más notorio, evidencia que la ola derechista crece en distintas regiones del mundo y anuncia, con firmeza, su presencia.
















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