Carlos Adrianzén

Huele mal

Una visión del entorno macroeconómico peruano que heredará el próximo gobierno

Huele mal
Carlos Adrianzén
24 de septiembre del 2025

 

Vivimos en tiempos de creciente oscuridad. En estos días resulta particularmente complejo dibujar con precisión tanto el horizonte global como el espacio político mediato. Lo que resulta más aburrido, en cambio –aunque no poco relevante–, implica enfocar dónde estamos y hacia dónde caminaremos en los próximos cinco años. Es decir, enfocar ciertos detalles clave de la herencia que nos dejan los últimos gobiernos de izquierda, que han ocupado el sillón del conquistador Pizarro González y han prostituido significativamente la gobernanza estatal.

Sí, estimado lector, aquí le presentaremos una visión acotada de la evolución del entorno macroeconómico peruano a lo largo de la gestión del próximo gobierno. Claro está, esta visualización tiene un sesgo bonachón. Las cosas pueden ser mucho mejores si elegimos a los menos malos, y no a los peores (los realmente malos y no pocas veces destructivos, adrede). 

En aras a ser ajustados, frente a esta disyuntiva cabe recordar al gran periodista y pensador italiano, Indro Montanelli, quien sostenía que la Historia –y, agregaría yo, los burócratas electorales de izquierda– mantienen una marcada predilección por los peores. A pesar de esto, cualquier candidato electo –sea Phillip Butters, Rafael López Aliaga, César Luna o Guillermo Bermejo– tendría que cargar este pesado fardo. Una economía estable, pero estancada. Aunque le recordaría que muy seca… si desean continuar gastando al exuberante ritmo de la locuaz past president del Club Apurímac

Asimismo, insistiré en recordarles que eso de que destaquemos –en términos de estabilidad monetaria y cambiaria– frente a naciones deterioradas como Brasil, México, Bolivia o la Colombia actual no implica nada particularmente meritorio.

 

No nos sacamos veinte

El logro básico de cualquier gestión económica implica mantener una inflación baja (ver subgrafo de la izquierda en la primera figura). Algo así, como recibir, en un examen, once puntos sobre veinte.  Fuera de ello, el subgrafo de la derecha, no ayuda a alcanzar una nota decorosa.  Un ritmo de crecimiento económico por persona como el actual (cercano al 1%) implica una performance de regularona a mala.

Comentarios como este, les advierto, genera cierta incomodidad en los vendedores de ilusiones financieras. Pero no son justos, en comparación. Imaginémonos cuánto podría estar creciendo la economía en manos de actores como Castillo Terrones o su mentor, Sagasti Hochhausler.

Pues sí, con Dina para nada nos sacamos veinte; pero tampoco caímos al cero cinco. Algo lógico bajo una hipotética gestión de los últimos dos aludidos o sus candidatos afines. Sin embargo, las tres siguientes figuras refuerzan el porqué de la mediocre nota de esta gestión, si analizamos la perspectiva de otros tres planos.

No hay austeridad fiscal, hay desenfreno

En el Perú actual el Consejo Fiscal luce pintado. Y es que se nos gobierna con el acelerador a fondo de un gasto público con una gobernanza extremadamente corrupta, ineficaz, incumplidora de la ley, abusiva e ideológicamente cargada. Y esto sin enfocar el aquelarre en Petroperú y el registro de un patrón de endeudamiento público aberrante.

No faltan, ni faltarán, visiones dizque técnicas que justifican esta explosión de un gasto fiscal de bajísima calidad y transparencia; y hasta se atreverán a sostener que es sostenible indefinidamente.  Pero las estadísticas los dejan penosamente parados. En español ligero, vivimos en medio de una pachanga o desenfreno, o una mezcla de ambos.

 

Una coyuntura prieta

Esta pachanga se financia a como dé lugar. No se olvide que la presión tributaria peruana (medida por el ratio de cargas tributarias sobre el producto) fluctúa muy poco, desde los tiempos de la dictadura militar setentera. Se abusa siempre que se puede. No somos pobres y burocráticamente corruptos por mera casualidad.

Nótese que, paralelamente, gracias a estas y otras cargas y prácticas, invertimos y/o captamos inversiones foráneas a ritmos deplorables (ver la tercera Figura). 

Parafraseando al Nobel de Economía 2004, Edward Prescott, desde hace varias décadas, desde la burocracia y sus congresistas y sus presidentes, nosotros mismos nos ponemos barreras para hacernos una nación rica.  Así las cosas, entusiastas Phillip, Rafael, Guillermo, la mecha viene bien corta. Un malvado podrá sospechar que les estarían dejando una bomba de tiempo activada.

 

Cuidado con Merz, Xi Jinping y Trump

Y lo que resulta peor. Recordemos que la historia global está llena de casos donde, después de las rabietas y los aranceles (y otras barreras para arancelarias de las que nadie habla), llegan las armas. La incertidumbre global es pues hoy creciente y no es broma. 

Ante cualquier perturbación severa, los precios externos (léase la recaudación tributaria) pueden dejar de subir. Tendrá que entenderse que cuando esto suceda, los gastos de los burócratas resultarán muy –pero muy– difíciles de ajustarse.

 

La frustración es un veneno

Ofrecer para llegar y descubrir que no hay plata para nada cuando llegan al gobierno, no solo puede ser algo muy frustrante para el recién llegado, sobre todo lo será para un pueblo esperanzado. 

No olviden que los anteriores ya eran muy odiados. Y que los accidentes pasan. Recuerden la cumbia peruana. No jueguen con el diablo, que el diablo come candela.

Carlos Adrianzén
24 de septiembre del 2025

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