Heriberto Bustos
El papel de la juventud en la historia política del Perú
Los jóvenes siguen representando la esperanza

No cabe duda de que los jóvenes, en distintos momentos de nuestra historia nacional, han jugado un papel fundamental en el desarrollo y el progreso de la sociedad peruana. Tanto así, que numerosos políticos y pensadores se han referido a ellos en sus discursos y reflexiones. Un ejemplo es Manuel González Prada, quien, desde su posición radical en el Discurso en el Politeama (1888), tras la derrota en la Guerra del Pacífico, planteó la necesidad de un cambio generacional al sentenciar: “En esta obra de reconstitución y venganza no contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y sus frutas de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”. Sus palabras influyeron de manera decisiva en la formación de los nuevos políticos e intelectuales, al punto de ser considerado maestro de la generación de 1920, con influencia directa en José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre.
En 1919, durante la Reforma Universitaria, Haya de la Torre lideró la movilización estudiantil en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que buscaba democratizar el acceso a la educación superior y garantizar la participación estudiantil en la gestión universitaria. Nombrado presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, su liderazgo resultó clave para articular las demandas juveniles. Al mismo tiempo, Mariátegui, autodidacta y autodefinido “antiuniversitario”, se convirtió en un teórico fundamental del movimiento.
En la construcción de sus partidos, ambos reivindicaron el rol de la juventud. Mariátegui veía en los estudiantes universitarios a una vanguardia intelectual y un actor esencial en la lucha social. Estaba convencido de que la alianza entre juventud y clase obrera podía impulsar un cambio profundo hacia un Perú socialista. Haya de la Torre, por su parte, fundó las Universidades Populares Manuel González Prada, con el objetivo de acercar la educación a los trabajadores y unir a estudiantes e intelectuales con la clase obrera. Para él, la juventud era la fuerza política capaz de organizarse en un partido, como el APRA, y enfrentar al imperialismo y a la oligarquía, promoviendo una revolución desde abajo.
En la década de 1960, muchos jóvenes, inspirados por el triunfo de la Revolución Cubana, se preparaban para asumir roles semejantes y participaban en programas de formación ideológica en la isla. Luis de la Puente Uceda, líder de una de las facciones izquierdistas, expresó tanto su convicción sobre el papel de los jóvenes en los cambios sociales como su desacuerdo con la estrategia foquista. En un discurso de despedida en la Casa de las Américas, advirtió: “La historia se encargará de juzgar a aquellos malos dirigentes que incitan a las juventudes latinoamericanas a realizar acciones suicidas”. Sus palabras resultaron proféticas, pues muchos jóvenes murieron poco después en incursiones guerrilleras.
En los últimos diez años, a diferencia de las generaciones anteriores, el activismo juvenil se ha caracterizado por un fuerte uso de las redes sociales como herramienta de organización y difusión de demandas. Destacan las protestas contra la llamada “Ley Pulpín” (2014-2015), la Generación del Bicentenario (2020), que rechazó la vacancia de Martín Vizcarra y la breve presidencia de Manuel Merino, y, más recientemente, las movilizaciones de la llamada Generación Z contra el gobierno de Dina Boluarte y el Congreso, en protesta por la reforma del sistema privado de pensiones que los deja en situación de desprotección, en un país marcado por la alta informalidad laboral.
La capacidad de organización digital, la desconfianza hacia las instituciones tradicionales y el compromiso relativo con la justicia y la transparencia han convertido a los jóvenes en actores clave del panorama político peruano. En el camino hacia el fortalecimiento de la democracia, esta fuerza debe ser reconocida y valorada por las generaciones mayores, con el fin de ganar sus mentes y corazones, comprometiéndolos con el cambio que el país necesita. No olvidemos que los jóvenes siguen representando la esperanza del progreso peruano.
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